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viernes, 10 de agosto de 2012

Un romance fatal.



Así, casi de improvisto se le coló. Ni siquiera lo vio venir, y ahí se quedó como estatua inmovil.
No saludó ni por cortesía, manteniendo el tipo de un rico Zar. "Saca tus intimidaciones, que mi figura es pétrea." Dejó caer con su vocecilla de falsa humanidad.
Y ella, tan sorprendida, dejó sus barreras a medio abrir. Resquicios exactos para apoderarse, para entrometerse, para adjuntarse en sus brazos limpios de estrategias.
La cogió casi con grosería, con la ansiedad de quien ve en riesgo su apuesta. No se paró a enamorarse de la intensidad de su fuego, no se quiso fijar en la belleza de sus curvas.
Era para él, bien que lo dejó claro sacando los grilletes. Bien que pegó su cuerpo estéril al atractivo de su órbita. Bien, bien que marcó su territorio en la deformidad que una vez fue su mejor forma.
Ella, hermosa dama, dolorida por los pespuntes, por las costuras callando sus mejores palabras, se dejó conquistar. Dominada por la gallardía de aquel asombro, por la falsa placidez de la primera impresión.

Fue, ¡que caiga el cielo si miento! un romance fatal.

¡Qué pena de ella que nunca más volvió a ver la claridad! Ay, Seguridad si no te hubieses dejado engatusar por aquél prefijo hijo del haberno. 

Dejaste de estar sola, para añorar la soledad. 

Suelta, suelta ahora su compañía, ¡que a tiempo estás!

Deja de ser Inseguridad, y quita tu apellido de casada, vuelve a ser esa que no daba un paso atrás.